Merkel y Hollande se reúnen hoy en Berlin para definir los pasos a seguir, mientras Grecia no encuentra el rumbo y coquetea con la idea de salir del Euro.
“¿Cómo podemos distinguir un billete de euro griego de uno alemán?”, preguntó uno de los miembros de la delegación china que visitó la City londinense la semana pasada. En la práctica, no hay forma. Los billetes son exactamente iguales. Pero en la sustancia, en lo que está detrás, los euros griegos son muy diferentes de los de sus pares del norte.
Esa parece ser hoy la gran preocupación europea. Grecia, al final, no logró llegar a un acuerdo para formar un nuevo gobierno y el llamado a nuevas elecciones podría llegar en cualquier momento. Durante el fin de semana, fracasó la idea de un gobierno de unidad nacional, sostenido por los socialdemócratas del Pasok y los conservadores de Nueva Democracia (ND) -los dos partidos tradicionales griegos-, junto con la Izquierda Democrática (Dimar). Este acuerdo dejaría afuera la segunda fuerza más votada en las elecciones legislativas del 6 de mayo, Syriza, formación de la ‘izquierda radical’ que se opone al ajuste impuesto por la Unión Europea. Desde Berlín las negociaciones se miran con preocupación, ya que un llamado a nuevas elecciones favorecería justamente a Syriza, que lidera todas las encuestas con alrededor del 24% de intención de voto. Ante esa ‘amenaza’, el presidente de la república, Karolos Papoulias, propuso ayer la formación de un gobierno de técnicos, sobre el modelo italiano, que cuente con el apoyo de la mayoría parlamentaria. Sin embargo el problema persiste: ¿qué harían los técnicos con el ajuste?
El principal escollo para el acuerdo entre los partidos políticos griegos tiene que ver exactamente con los ‘memorándum’, como se les conoce mundialmente, firmados por la Unión Europea y entidades financieras supranacionales para ‘rescatar’ la economía griega luego del default empezado en 2010. Estos acuerdos, aprobados por el gobierno saliente sostenido por ND y Pasok, prevén una política de achicamiento del gasto público, a cambio de una serie de rescates financieros semestrales. Desde la implementación de estos pactos, ha crecido el desempleo hasta un 20% -más del 50 en los jóvenes-, Grecia ha entrado en una gigantesca recesión y el poder adquisitivo de los trabajadores se ha licuado en la inflación. Si por un lado, los partidos tradicionales se posicionaron a favor de seguir con esta política, los principales ganadores de las últimas elecciones encabezados por Syriza, proponen una salida alternativa de la crisis que incluye rechazar estas medidas.
Entonces, los inversores chinos deberían preguntarse si habrá euros griegos dentro de unos meses. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, fue muy explícito al respecto: “si un miembro del club no respeta las reglas, lo mejor es que se vaya del club”. El miembro en cuestión es Grecia, el club es el Euro y las reglas son las de austeridad motorizadas principalmente por la canciller alemana, Ángela Merkel y el ex presidente francés, Nicolás Sarkozy.
“La pertenencia al euro implica una serie de obligaciones”, reprochó el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García-Margallo, ante la situación griega. Los dirigentes europeos se preparan entonces ante la posible salida de Grecia de la moneda única, un hecho sin precedentes en la historia reciente de la unión. Tan alocada se pensaba esa posibilidad, que no existen tratados ni reglas que rijan el abandono. En este momento, Atenas se encuentra pendiendo de un hilo. El jueves vence el plazo para la entrega de un nuevo paquete de rescate y sin un gobierno que cumpla con las pretenciones de los acreedores, el envío no se efectuará. Ese sería, según los líderes europeos, el primer paso para la salida de Grecia del Euro.
Sin embargo, los griegos saben bien que a la Unión no le conviene perder a un miembro tan fácilmente. Representaría un antecedente muy peligroso, vista la situación de la mayoría de los países del sur europeo (España, Portugal e Italia principalmente). Pero sobre todo, al ser un sistema que interconecta las economías de diferentes países, basado en la solvencia que genera el sector financiero alemán -y en menor medida francés-, un cimbronazo en Grecia costaría a los alemanes -y por ende al resto de Europa- unos 100.000 millones de euros en un solo golpe. Algo que la economía europea puede resistir, pero que sin duda generaría fuertes repercusiones a nivel social.
A negociar
Hoy se reunirán por primera vez luego de las elecciones francesas, Merkel y el nuevo presidente de Francia, Francois Hollande, para afinar una estrategia común de cara al futuro del euro. El encuentro se prevé muy duro. Además de la situación griega, los mandatarios deberán dirimir las diferencias de postura que existen con respecto al futuro económico europeo. Por un lado la alemana quiere seguir con la política de austeridad. El socialista francés quiere apostar a acuerdos continentales que fomenten el crecimiento, caballito de batalla durante la campaña que lo llevó al Eliseo.
Los mandatarios están en posiciones muy diferentes a la hora de negociar. El favorecido es seguramente Hollande, que viene de una victoria electoral que cosechó grandes elogios y esperanzas en toda Europa. Además, Merkel viene de un batacazo electoral en su país, donde su partido, la CDU, perdió las últimas elecciones regionales en Renania del Norte-Westfalia, a mano de los socialdemócratas del SPD. Los dos líderes son los principales representantes entonces de las dos corrientes principales que existen hoy en Europa, crecimientos vs. austeridad. De este encuentro se especula que podría salir el trazo grueso de una política conjunta con respecto a la estabilidad del euro, el futuro del Pacto de Estabilidad Fiscal Europeo, la emanación de Eurobonos de la deuda comunitarios y las posibles medidas de crecimiento para la UE.