Por Juan Manuel De Stefano. La Selección Argentina de vóley quedó última en el Final Six de la Liga Mundial con un rendimiento muy pobre. El conjunto de Weber perdió once de doce partidos en el torneo, incluidos los dos de la ronda final.
La estadística a veces no falla. Los fríos números, en ocasiones, tienden a desnaturalizar un análisis sesudo de la realidad. No es el caso de la Liga Mundial que se jugó en Mar del Plata y tuvo un triste final para el combinado nacional. La escalofriante cifra de 11 derrotas sobre 12 juegos no deja lugar a ninguna duda: la Selección Argentina de vóleibol no llena el formulario para meterse entre los mejores del mundo. Aquella ilusión que se había desatado en torno a una generación de jugadores que,a pesar de su corta edad, parecían dar la talla para- con pasos lentos pero firmes-iniciar un recambio de jerarquía. Un flojísimo torneo y varias actuaciones para el olvido, no deberían dejar de lado lo que hasta no hace mucho tiempo era una verdad a vivas voces.
La Selección Argentina debe cambiar mucho y corregir cosas en todas sus líneas pero, tal vez, un “porrazo” a tiempo puede ser el disparador para prestar atención y dar los pasos correctos para asegurar buenos desempeños en lo que vendrá. La ausencia de Facundo Conte (recuperándose de una operación en el hombro), no debería influir tanto en la efectividad que se debe tener en ataque. Las buenas actuaciones de Rodrigo Quiroga y Alexis González no pudieron equilibrar la actuación general del conjunto. Habrá que buscar las causas de tamaña decepción en la presión que acusaron sentir algunos integrantes del equipo.
Así lo describió el mencionado González: “Estamos atados, como si jugáramos con la presión de ser Brasil y Rusia, que sí compiten siempre por el primer puesto. Para muchos de nosotros, cometer un error es pasar directamente a la frustración. Y después de 10 derrotas, ya la ves venir y te preguntás: ¿otra vez vamos a perder?”.La reflexión no deja lugar a segundas lecturas; hay jugadores que sintieron el peso de la camiseta o en algunos casos, les jugó en contra la poca experiencia. No obstante, la dependencia de valores de innegable importancia como el destacado Conte o De Cecco y Uriarte, hacen pensar que el método y el accionar del conjunto deben ser revisados. No se puede depender de 2 o 3 jugadores. El equipo deberá sostener desde lo colectivo las malas actuaciones individuales o las ausencias. A esto, apuntará de ahora en adelante Javier Weber.
Lo preocupante es que no se pudo aprovechar el hecho de ser local, y las 11 derrotas consecutivas terminaron de minar el ánimo de los jugadores. Lo cierto es que en el encuentro ante Italia -luego de un pésimo comienzo- el rendimiento fue creciendo y pareció que las cosas se encaminaban. Pero, todo fue un espejismo. El equipo italiano apareció en todo su esplendor y se aseguró el primer lugar a puro saque y aprovechamiento de los errores locales con un 3 a 1 demoledor. La Azurra pasó a semifinales junto a Brasil, Rusia y Bulgaria.
Lo que queda claro es que para estar al nivel de las potencias, se deberá recoger un aprovechamiento integral de las-pocas- ocasiones que conceden rivales de tamaña envergadura. Ahí radica una de las grandes diferencias entre la Selección y los demás equipos .La vuelta de Conte será muy importante pero se lo deberá acompañar con jugadores de jerarquía que puedan marcar la diferencia en ataque y no depender sólo de su impronta. Algunos jugadores demostraron que pueden y deben tener otra oportunidad pero Weber tendrá que seguir probando en puestos específicos que son muy importantes para el conjunto.
Para terminar una reflexión del entrenador: “Voy a seguir por este camino. Habrá algún cambio de jugadores pero sobre la mayoría de este grupo se va a construir el equipo para los Juegos Olímpicos de Río 2016”, aseguró. El futuro que parecía promisorio se fue nublando en el momento menos esperado, pero el trabajo a largo plazo y la confianza en el material con el que se cuenta deberá primar para la obtención de resultados a futuro.