Por Santiago Solans. Nuevo relato enviado especialmente a nuestro portal por este joven periodista y fotógrafo cordobés, autor del libro de cuentos Caídos en gracia (2011).
Por primera vez en su vida se alejaba de Itá y conocería Asunción. En su rostro se notaba el entusiasmo y la intriga por salir del pago, su abuela lo había vestido con remera y bermuda nueva. Vidal corrió hasta la tienda de su tío a la hora pactada, donde lo esperaba su primo Numa.
El viaje fue fantástico y Vidal no salía de su asombro. Los edificios de la época colonial lo dejaron sin aliento; todo le parecía gigantesco.
En la casa de sus tíos, Vidal descubrió un artefacto extraño. Parecía una caja, pero en su interior habitaban personas. Hablaban y se movían; parecían vivos.
—Eso es la televisión, no tengas miedo— le dijo su tía. Vidal estaba atónito. No entendía por qué la gente se había metido en la caja. Sin embargo, con el correr de los días, fue acostumbrándose.
Numa y Vidal no se perdían ni un capítulo de El llanero solitario. Pasaban horas y horas frente a la pantalla sin sacar la vista del televisor. Estaban embelesados por el movimiento y por el sonido, nunca habían sido testigos de tamaño espectáculo.
El tiempo en la gran ciudad no era el mismo.
Cuando regresaron, Vidal se convirtió en el mitaí más famoso de Itá. Se comentaba en el pueblo que había visto la televisión y todos quisieron saber qué era eso. Los primeros chicos no tardaron en llegar hasta la puerta de su casa y lo llamaron con entusiasmo. Querían estar con él. Después llegaron los otros y Vidal dio la primera conferencia de su vida, sentado en el cordón de la vereda.
—Vimos El llanero solitario…que andaba a caballo y tenía espada. Lo vimos con Numa en la televisión; contaba Vidal.
Una improvisada audiencia lo escuchaba en la calle. Uno de los más chiquitos, preguntó: —¿Y qué es la televisión?
Vidal lo miró sorprendido y descubrió que él tampoco sabía bien qué era. Al fin y al cabo, nunca nadie se lo había explicado. Hizo una larga pausa y ensayó una respuesta:
—La televisión… La televisión es como una ventana. Pero nunca ves lo que hay afuera, porque hay muchas cosas adentro.
Silencio de sepulcro. Todos estaban en trance, concentrados con máxima atención. Las palabras de Vidal hechizaban en la tarde calurosa de Itá. El que había preguntado, replicó:
—Vidal, para ver televisión… ¿hay que mirar al norte o al sur?