Por Mariana Komiseroff. Una mirada sobre la obra teatral Una versión rusa, dirigida por Gustavo Sassi.
Las grandes historias de la humanidad se resumen en tres o cuatro temas fundamentales. Desde los griegos, pasando por los rusos hasta los contemporáneos todos abordaron de alguna u otra manera el amor, la muerte, las pasiones, el tiempo, el poder y alguna que otra cuestión filosófica más.
Gustavo Sassi, a cargo de la dramaturgia y dirección de esta obra, a simple vista podría decirse que elije como tema el amor, porque la acción comienza con Antosha (Alejandro Cardozo), Aliena (Claudia Tomás) y Olga (Mónica Felippa), y en segundo plano vemos a la pareja formada por Igor (Nicolas Van de Moortele) y Luba (Carolina Sturla) desplegando su erotismo sin sentir el frío de la madrugada de San Petersburgo. Sus gemidos copan auditivamente la escena principal hasta condicionarla.
Más adelante, cuando ya nos enteramos de que hay un oso que se escapó de un zoológico merodeando la ciudad, los personajes se preguntan ¿Qué es el amor? ¿En qué parte del cuerpo se puede vivir el amor? Borges dijo alguna vez “Me duele una mujer en todo el cuerpo” y aunque es fácil hacerse eco de las palabras de un escritor de sus características, en Una versión rusa el amor y el deseo no pueden describirse en una frase, mucho menos si este amor no puede vivirse libremente. El amor imposible no se nombra, está guardado donde la palabra no llega. La tragedia ronda tácitamente y los acecha como el oso. Los personajes necesitan de la cercanía de la muerte para decir lo que sienten. No hay certezas, “la vida se vive como una versión”. Los grandes temas fundamentales son resumidos pero infinitas son las formas de contarlos y los puntos de vista.
La escenografía hace hincapié en el síntoma familiar, en la acumulación de objetos para tapar una miseria que crece en el afán de ocultarla.
La dramaturgia también cuestiona inteligentemente la posición económica de los artistas. Luba dice “no se puede ser actriz sin un marido en una buena posición” y también interpela al personaje de Antosha que es escritor pero no puede vivir de eso y vive de Igor, como viven todos.
El clima y el frío son cuestiones muy presentes en el texto de la obra, el viernes que tuve el placer de verla se largó a llover, la lluvia sobre el techo del teatro Espacio Cultural Urbano producía un ruido leve que reforzaba la melancolía sórdida de la escena, como si el director se hubiera puesto de acuerdo con la naturaleza.
El espectador es siempre un ser subjetivo que hace sentido y relaciona de la manera que quiere o puede. Digo esto para decir esto otro que probablemente poco tenga que ver con la obra. De chica tuve la mala suerte de ver como mis tíos le hacían esa clásica broma de mal gusto a algún varón más chico de la familia. Chiflá, le gritaban mientras unos lo inmovilizaban y otro le apretaba los genitales. Un abuso clásico, doméstico y cotidiano, para algunos incluso gracioso. A mi entender la escena más impactante de Una versión rusa no tiene que ver con el amor o la muerte, tiene que ver con el abuso de poder. El que paga es Igor y obliga a Antosha a recitar una poesía. La extorsión no es tanto física como económica. En ambos casos el que chifla o recita no tienen opción. Los personajes juegan con una máscara, se burlan y acercan el peligro externo inminente. Relaciono estas dos ideas y concluyo: Aunque pongamos nuestro esfuerzo por poner nuestros miedos afuera, la muerte, el amor y el abuso son espectáculos íntimos.
Una versión rusa puede verse todos los viernes a las 21:00 horas en Espacio Cultural Urbano -Acevedo 460, Villa Crespo-