Las elecciones municipales en Italia reafirmaron la falta de interés generalizada hacia el sistema político. Gana la abstención, y pierden todos los partidos.
La desconfianza hacia la clase política en su totalidad parecería ser el dato más elocuente de los resultados que arrojaron ayer las elecciones municipales en Italia. Si bien el centroizquierda repuntó luego de unos meses agitados en su seno, el número que la mayoría de los medios internacionales subrayan hoy es el de la abstención: sólo el 62% de los habilitados concurrió a las urnas. Italia no tiene la obligatoriedad del voto, aunque su afluencia siempre fue extremadamente elogiada en todo el mundo, por superar muchas veces la de aquellos países adonde sí es obligación emitir una preferencia. Pero en este año marcado por las desprolijidades y las sombras detrás de las decisiones institucionales y partidarias luego de las elecciones generales de febrero, los italianos parecen haber perdido la confianza en su clase política, a tal punto de no volcarse masivamente a votar como en otras ocasiones.
En la municipalidad de Roma, la más codiciada por los principales partidos políticos, al cierre de esta edición de Marcha se imponía Ignazio Marino, de la coalición de centroizquierda con 12 puntos de ventaja sobre el intendente actual, el derechista Giovanni Alemanno. Un resultado bastante esperado, vistas las polémicas que rodearon en los últimos 5 años al jefe del municipio romano, cercano a grupos de la extrema derecha fascista y vinculado con demoliciones arbitrarias de sitios arqueológicos de la Antigua Roma. Marino cuenta con una larga historia como médico cirujano -realizó el primer trasplante de hígado de un simio a un humano y el primer trasplante de hígado a un paciente HIV positivo- y desde su banca de senador para el Partido Democrático (PD) dirigió la comisión parlamentaria de investigación sobre el sistema sanitario nacional. Por más que sus contrincantes remarcaran su nacimiento en Génova, los romanos lo aceptaron como representante de una oposición progresista a nivel nacional. Porque Marino, más allá de su curriculum profesional, es reconocido como hombre clave de un sector del PD opuesto a la línea del ex secretario Pier Luigi Bersani. Esta identificación le valió seguramente un gran caudal de votos, al presentarse como la renovación de un partido que logró perder el gobierno aún con la mayoría de los sufragios en su bolsillo en febrero pasado.
Sin embargo, el dato que corre de un lado a otro de Europa es, una vez más, el de la abstención. Los dos millones y medio de romanos fueron entre los que menos emoción parecen haber demostrado ante estos comicios. Sólo el 52% de los electores ejerció su derecho, un número que hasta resulta menor con respecto a la cantidad de votos con los que Alemanno ganó el ballottage de 2008.
Y esta vez, dentro del agujero creado por la falta de participación popular en el proceso electoral, cayeron todos. Algunos con un golpe un poco más suave, como es el caso del centroizquierda, otros con un resonante desplome. Este es el caso del centroderecha guiado por Silvio Berlusconi y el vice-premier Angiolino Alfano, que no llegaron ni a la mitad de los votos de sus oponentes-aliados de centroizquierda en el promedio nacional. Luego de una histórica remontada tras las elecciones de febrero, que terminaron dando origen a un gobierno compartido entre derecha e izquierda con Letta como primer ministro, las graves acusaciones judiciales y las condenas declaradas contra Il Cavaliere terminaron de hacer precipitar la imagen del principal polo conservador italiano. Está claro que se trata de elecciones administrativas y sólo en algunas municipalidades. En el global, el centroderecha aún se mantiene en el primer lugar en cuanto a intenciones de voto. Pero los resultados de ayer dan cuenta de un enorme retroceso en sus aspiraciones electorales.
El otro partido que sale muy dolido de esta ronda electoral es el Movimento 5 Stelle (M5S) del cómico Beppe Grillo. La gran revelación de los últimos comicios no cumplió con ninguno de los objetivos que se había propuesto, y dentro de sus filas se generó un descontento muy amplio. Varios candidatos le recriminan a Grillo por el autoritarismo con el que maneja su partido, habiendo ya comenzado sendos procesos de expulsión de militantes y varios diktat en torno al voto que sus diputados y senadores debían dar. El partido ‘antisistema’, que la Unión Europea temía pudiese tomar cada vez mayor poder, no resistió los embates de la prensa -desde hace meses se dedican a pintar a Grillo como un peligroso autoritario e incoherente- y las propias limitaciones políticas de la indignación ciudadana.
Un cachetazo a la política en su sentido más amplio. Pero con nuevos cuadros, devenidos en simples gestores de las administraciones públicas, en un país cada vez más despolitizado desde los estratos más altos de las instituciones hasta las bases que los eligen.