Por Gabriel Casas. Al negocio de la violencia de las barras bravas en el fútbol argentino lo alimenta la hipocresía. Los mercenarios de las tribunas tienen relación con el poder político y las cúpulas policiales.
Lo escrito por el Indio Solari -“violencia es mentir”- le viene como anillo al dedo a la hipocresía con que se trata el tema de la violencia de las barras bravas en el fútbol argentino. El último capítulo fue el incidente con las bombas de estruendo que lanzaron hinchas de Estudiantes de La Plata cerca del arquero Christian Lucchetti obligando a la suspensión del partido ante Banfield, a 13 minutos de comenzado el encuentro que se estaba disputando en el estadio de Quilmes.
Desde que asumió Enrique Lombardi en el club platense se acabaron las prebendas para los mercenarios de la tribuna. No más entradas de favor ni micros a su disposición. Y la gran mayoría de esa barra tiene prohibido el acceso porque figuran en la lista de derecho de admisión que confeccionó la institución. Como muestra de poder, la barra decidió mandar su mensaje y logró suspender el encuentro con Banfield.
La imagen lo decía todo: Verón, Gata Fernández y Boselli discutiendo alambrado de por medio con los violentos. Ojo, estos jugadores seguramente también habrán aportado su granito de arena -como lo hicimos todos en el ambiente futbolero- para que estos individuos tengan tanto poder. Pero es admirable que se hayan plantado y que los hayan recriminado de esa forma.
El verdadero problema es que Lombardi es apenas una isla entre presidentes de clubes que no se ponen firmes para acabar con la extorsión de los mal llamados hinchas de la popular. Todos los condenan (cuando ocurren hechos violentos) y se dicen rehenes de la situación, pero por detrás alimentan la maquinaria. Esto ya es una cuestión política y no hay nadie que pueda tirar la primera piedra: ni desde el gobierno -oficialismo- ni desde la oposición. Ni Aníbal Fernández en Quilmes, ni Mauricio Macri en Boca, por dar dos ejemplos de primera línea, tuvieron la intención de alejarlos de la cancha.
Mientras que el presidente de Estudiantes anuncia que mantendrá su férrea posición desde la AFA no se escuchó una sola voz respaldándolo o pidiéndole al resto de los presidentes qu apliquen la misma política. O sea, Lombardi está en la isla de Lost. A la AFA lo único que le preocupa es reprogramar el partido y ver si se juega con público o no. Si sus colegas se siguen haciendo los sotas, es difícil que Lombardi se transforme en un cruzado contra la violencia. Sería algo así como un mártir. Y todos sabemos -incluído Lombardi, por supuesto- como terminan los mártires.
Es que el resto de los presidentes deben preguntarse: “¿Para qué vamos a complicarnos la vida?”. Es más sencillo darles a los barras entradas y micros gratis para sus traslados. Es más fácil dejarles la zona liberada alrededor del estadio para que hagan su negocio con los estacionamientos y las ventas de entradas los días de partido.
Los jefes de las barras bravas tienen relación directa con políticos y con comisarios de las seccionales que corresponden a la zona de influencia de los estadios. Rafael Di Zeo decía: “Tener poder es tener los teléfonos importantes en tu agenda”. En su momento, parece que decidieron dejar de atender los llamados de Di Zeo. Pero ahora recuperó su libertad y quiere también recuperar el trono en “La 12”. Increíblemente, o no, hay “una 12 oficial” comandada por Mauro Martín -con todos los beneficios de la facturación- y otra paralela, a cargo del Rafa y sus secuaces, que quieren volver a pertenecer al circuito económico futbolero.
Di Zeo amenaza con ir a Mendoza este fin de semana cuando Boca enfrente a Godoy Cruz. No hay que ser un genio para saber que en esa ruta o en el Arco del Desaguadero, a la entrada a la ciudad, se puede producir un enfrentamiento armado entre ambas facciones. Hace años, durante los torneos de verano, ese era el lugar elegido por barras de distintos clubes para resolver a los tiros sus diferencias en su paso por Mendoza. Ojalá no haya nada que lamentar, pero sería bueno que los organismos de seguridad hagan la prevención como corresponde.
Así como Di Zeo tenía los números del teléfono del poder, la barra de Independiente es sospechada de tener una relación con el sindicalismo de Hugo Moyano por intermedio de su hijo Pablo. La primera plana del tablon fue vista hasta en Japón cuando Independiente jugó la Copa Suruga Bank. Y se sabe que un viaje con estadía a la tierra del sol naciente no está al alcance del hincha común.
“La 12” de Mauro fue vista en esta pretemporada siguiendo a Boca tanto en Barcelona como en Londres. Y aprovecharon su paso por Europa, en los momentos que no había fútbol, claro, para visitar los lugares históricos de cada ciudad como se espera de cualquier contingente de turistas.
El objetivo final de la mayoría de estos jefes tribuneros es ser presidente del club, emulando lo hecho por Raúl “Pistola” Gámez en Vélez. En River, eso lo blanqueó en su momento Alan Schlenker, antes de caer en desgracia al ser juzgado como autor intelectual del asesinato de Gonzalo Acro, otro miembro de “Los borrachos del tablón”. En San Lorenzo, “el Chivo” -jefe histórico de los 90-, fue candidato en las últimas elecciones. Cuando deciden abandonar la tribuna, algunos empiezan a hacer política desde la Subcomisión del Hincha, organismo que suele ser reconocido por las comisiones directivas de cada club.
Si bien la postura de la dirigencia de Estudiantes es un soplo de aire fresco, hasta que no haya una decisión política del Gobierno no se alejará a los barrabravas de las canchas. De Julio Grondona no se puede esperar nada al respecto. Las barras son otro “acierto” de sus 32 años de gestión. Si para combatir este flagelo el oficialismo pusiera el mismo empeño que puso para quitarle la televisación del fútbol al Grupo Clarín entonces verdaderamente podríamos tener Futbol para Todos en la Argentina. Y, si no fuera mucho pedir, sin la dupla menemista (ahora kirchnerista y grondonista) compuesta por esos dinosaurios periodísticos que son Marcelo Araujo y Julio Ricardo.