Por Manuel Soifer. A 22 años de la muerte de Walter Bulacio, el ex-comisario a cargo del Operativo de Seguridad será juzgado por “privación ilegítima de la libertad”. Un repaso de los casos más emblemáticos de la represión policial en recitales de rock.
El pasado martes 6 de agosto, se dio a conocer la noticia de que el ex-comisario Miguel Angel Espósito, imputado por la privación ilegal de la libertad de Walter Bulacio, el joven que murió tras ser detenido y alojado en una comisaría porteña luego de un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en 1991, comenzará a ser juzgado a partir del 24 de septiembre.
Espósito estaba a cargo del Operativo de Seguridad que la Seccional 35ª llevó a cabo el 19 de abril de ese año, en las inmediaciones del Estadio Obras Sanitarias. En una razzia, Walter fue detenido por averiguación de antecedentes. Tenía 17 años.
Avalados por el “Memorando 40”, una disposición policial interna que permitía la detención de menores sin autorización de un juez, los policías se llevaron a Walter y a 73 personas más que fueron subidas a los golpes a los colectivos preparados para el Operativo. Tres hospitales y una semana después, Walter murió, por un “aneurismo no traumático”.
Al cumplirse 20 años de la muerte de Bulacio, su abogada, María del Carmen Verdú, escribió para el blog “El Identikit”, el siguiente texto: “Fabián Sliwa, el agente que escribía los datos (…) declaró (…) que vio cómo el propio Espósito, harto porque ya de madrugada ‘la comisaría era un despelote’, le sacó la cachiporra a uno de sus agentes y descargó su bronca golpeando en la cabeza a Walter. El testimonio de Sliwa fue impugnado por la defensa del comisario y finalmente descartado (…) Los chicos que compartían el calabozo con él le cedieron la única silla cuando lo vieron debilitado y dolorido, vomitando. ‘De acá no salimos, nadie sabe que nos trajeron’, le había dicho a uno de ellos. Los padres habían ido a buscar a los demás, pero los de Bulacio recién se enterarían (…) al día siguiente.
En la mañana del sábado 20, Walter fue trasladado en una ambulancia del CIPEC al Hospital Pirovano, desde donde lo derivaron al Fernández (…) ‘Su hijo estaba borracho y drogado’, les dijeron en la comisaría a los padres, cuando fueron corriendo a buscarlo. ‘¿Te pegaron, negrito?’, le preguntó Víctor Bulacio a su hijo cuando finalmente lo pudo ver. El pibe asintió. Al médico que lo recibió le había dicho quién: ‘La yuta’. El domingo 21, Walter recaló en el Sanatorio Mitre, adonde llegó con una ficha médica que decía ‘Golpes faciales varios de 36 horas de evolución’. Hacía un día y medio que había entrado a la comisaría. En el sanatorio no pudieron evitar que entrara en coma y que una semana más tarde falleciera. Todavía quedaba en la pared de la Sala de Menores de la comisaría el graffiti (…) que uno de ellos había raspado con su birome, al lado de sus nombres: ‘Caímos por estar parados. 19/4/91’”.
En 1997 Verdú presentó una denuncia contra el Estado ante la Comisión Internacional de Derechos Humanos (C.I.D.H.) considerando violados los derechos a la vida, a la integridad física, a la libertad y a un recurso judicial sencillo y rápido.
La sentencia de septiembre de 2003 dictada por la CIDH ordenó ‘continuar y concluir las investigaciones para sancionar a todos los responsables de todas las violaciones a los derechos humanos’.
El año anterior la causa en los tribunales argentinos prescribió. Espósito, quien se mantuvo en la Policía Federal hasta 1995, quedó sobreseído de forma definitiva.
El 24 de septiembre el TOC Nº 29, integrado por Alejandro Litvack, María Cristina Deluca Giacobini y Gustavo Goerner, iniciará el juicio oral y público por la “privación ilegal de la libertad” de Walter Bulacio contra Miguel Espósito. El por entonces comisario de la seccional 35 ya fue sobreseído por el crimen y por la aplicación de torturas al joven.
La defensa de Espósito, a cargo de Pablo Argibay Molina, consiste en probar que la detención de Walter pudo haberse producido como parte de una práctica habitual para con los menores de edad, basándose en el ya mencionado “Memorando 40”.
Con los pibes no
El caso de Bulacio, el más emblemático respecto de la represión policial en recitales de rock, lamentablemente no ha sido suficiente para erradicar la violencia de los llamados “operativos de seguridad”: en la vuelta a los escenarios de Viejas Locas, el 15 de noviembre de 2008 en cancha de Vélez, Rubén Carballo fue encontrado en coma y con fractura de cráneo en las inmediaciones del estadio.
Carballo, también de 17 años, permaneció hospitalizado en el Centro Gallego de Buenos Aires donde falleció el 8 de diciembre. Estuvo casi 12 horas desaparecido luego de los enfrentamientos, originados en gran medida por la presencia de la barra brava del club de Liniers, entre la policía y los fanáticos de Viejas Locas.
“De un lado, pibes excitados y listos para la fiesta y los excesos, algunos sin entradas pero con aguante; del otro, milicias azules cabeza de tortuga, con bastones, balas de goma y gases lacrimógenos, y el apoyo del carro hidrante, del helicóptero y de la montada”, publicó la revista Rolling Stone.
Si bien estos hechos alcanzan las primeras planas de los medios cuando el resultado es un muerto, son muchos los casos en los que la policía interviene de forma violenta. En la misma fecha en que se festejaba el “Día de los Derechos Humanos” en 2011, la policía tucumana irrumpió en un recital de la banda local Skaraway. Los “encargados del orden” entraron al Piletón de Parque Avellaneda portando itacas y empujando al público, niños y mujeres incluidos mientras la banda cantaba un tema dedicado al militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, asesinado por la burocracia sindical en octubre de 2010.
La organización de mega recitales es algo que siempre genera problemas y molestias en el público que sufre los embates de los encargados de seguridad que no están preparados para cumplir la función asignada. Los chalecos negros que dicen PREVENCIÓN parece ya a esta altura un chiste, de mal gusto, y ante los ojos del gran público siempre van a ser las “hordas de forajidos” las culpables de cualquier incidente que suceda, antes o después del recital.
Quizás sea hora de replantear algunas políticas; sería muy triste que no se actúe a tiempo y como resultado tengamos otra canción más para cantar que se sume al “Yo sabía, yo sabía, que a Bulacio lo mató la Policía”.