Por Diego Pérez Roig*. El single de The Clash, (White Man) in Hammersmith Palais, cumple 35 años.
La cuestión era que en 1976 sobraban punks y faltaban discos. El movimiento todavía no había llegado a las bateas, y Don Letts no tuvo mejor idea que pinchar reggae y dub en los ratos en los que no había bandas tocando en vivo. Las tardes londinenses en la tienda Acme Attractions, y las noches en el recién inaugurado boliche The Roxy, dieron origen a una de las amistades más insospechadas de la historia de la música popular.
Mientras tanto, la crisis y las transformaciones de la economía en el mundo capitalista iban horadando conquistas sociales logradas en base a décadas de organización y lucha de trabajadores y jóvenes. Para las clases populares anglosajonas, faltaba poco para que la cosa pasara del Verano del Amor del 67, al Invierno del Desencanto del 78. Pero todavía había esperanza en las propias fuerzas. “Intentábamos crecer de una manera socialista, con la expectativa de que el futuro fuera un lugar menos miserable”. Así recordaba Joe Strummer los días de estudiante en la ciudad obrera de Newport, Gales, y la participación en el movimiento okupa de Londres, entre 1973 y 1974.
Su banda, The Clash, se inscribía en aquella búsqueda, ubicándose un paso adelante de otras de la escena punk británica, como The Damned y The Sex Pistols. Como recuerda el fotógrafo Bob Gruen, “los Pistols estaban enfurecidos y gritaban sobre lo que ocurría, pero los Clash estaban enfurecidos, eran ruidosos, y cuestionaban la realidad. Mientras los Pistols únicamente daban alaridos sobre lo mal que estaban las cosas, los Clash decían ‘esto está mal, ¿y qué vas a hacer al respecto?’”
Para 1976-1977, la prédica musical de Letts había influenciado a muchas bandas punk, particularmente a The Clash. Para el bajista Paul Simonon, el reggae era algo así como un rencuentro con Brixton, la zona de Londres con una de las mayores comunidades de inmigrantes jamaiquinos, en la que había nacido y se había criado. Para el guitarrista Mick Jones, el género se presentaba como una oportunidad para experimentar con nuevos arreglos, como los del cover de Police & Thieves, el clásico de Junior Murvin y Lee “Scratch” Perry, incluido en el disco debut de la banda. Para Strummer, se trataba de nutrirse de la interpelación política del roots reggae, para animar a negros y a blancos a unirse en la lucha.
La noche del 5 de junio de 1977 pintaba bien, pero acabó siendo un fiasco. En el Hammersmith Palais se presentaban Dillinger, Leroy Smart, y Delroy Wilson, tres reconocidos artistas jamaiquinos, en los que Strummer depositaba, ingenuamente, esperanzas de agitación política. (White Man) in Hammersmith Palais, single de The Clash lanzado el 16 de junio de 1978, comienza relatando la decepcionante experiencia de aquella noche. A pesar de que había “muchas orejas negras para escuchar”, previsiblemente, el set careció de reivindicaciones y contenido revolucionario.
Todo transcurrió en un anodino “UK pop reggae”, al estilo de Ken Boothe, combinado con pasos de baile como los de The Four Tops. Un año antes, The Clash había salido con el single White Riot. Anti-racista y pro-insurrección, la canción incitaba a los blancos -pasivos, conformistas y obedientes-, a imitar a los negros revoltosos: Los negros tienen un montón de problemas / Pero no les da miedo tirar un ladrillazo / Los blancos van a la universidad / Donde te enseñan a ser un bobo. ¿Dónde estaban ahora los negros que tomaban el asunto entre las manos y luchaban por mejorar sus condiciones de vida?
Quizá por una mayor madurez política, en (White man)… el problema no se reducía a lanzar o no un ladrillazo. El creciente pauperismo estaba asegurado por el extenso aparato represivo del Estado, y de poco serviría el militarismo con el que algunas organizaciones pretendían enfrentarlo: Porque boludear con las armas / no los llevará a ningún lado / el ejército británico está esperando agazapado. Strummer animaba a jóvenes negros y blancos a luchar contra la desigualdad social, sin perder de vista la complejidad del contexto y la correlación de fuerzas. Aunque falto de soluciones a la vista y de creatividad, sólo atinaba a despachar el problema burocráticamente: Juventud blanca, juventud negra / Mejor encuentren otra solución / ¿Por qué no llamar a Robin Hood / y pedirle un poco de redistribución de la riqueza?
A continuación dirigía su mirada al movimiento punk, lamentándose por la liviandad, la superficialidad y la hipocresía de muchas bandas: Los punks en el Reino Unido / No se dan cuenta / Están demasiado ocupados peleando / por un buen lugar bajo las luces / Los grupos nuevos no están interesados / en lo que debe aprenderse / Se compraron trajes Burton, ¡ja!, te parece gracioso / convertir la rebelión en dinero. Los dardos eran para aquellos todavía enrolados en la movida de The Roxy –Strummer y John Lyndon de los Pistols se habían alejado de ese ambiente crecientemente conservador y reaccionario a mediados del 77. Bandas como The Jam estaban más preocupadas por vestir “Burton suits”, que por aprovechar su posición de influencia y liderazgo para movilizar a los jóvenes y a la clase trabajadora. Para peor, la situación se agravaba día a día. Cuando da cuenta del avance de la derecha –particularmente de grupos fascistas como el National Front, que logró relativa popularidad en los 70- la canción alcanza un máximo de intensidad que termina por alejarla del reggae. En todos lados la gente cambiando sus votos / junto con sus abrigos / Si Adolf Hitler aterrizara hoy / Lo buscarían en una limusina.
Hacia el final, Strummer no pudo más que ironizar sobre su propio rol de comentarista social. Él no era un predicador ni un líder político. Era simplemente un drogón escribiendo sobre la derrota, la alienación y la represión de una sociedad en caída libre. Soy el lobo drogón que merodea toda la noche / que se ve muy enfermo al sol / soy el hombre blanco en el Palais / que simplemente busca divertirse. “Nadie esperaba que hiciéramos algo así en aquel momento. Éramos un grupo pesado, con un sólido estilo rockero. Que saliera (White Man)… fue algo realmente sorpresivo”, comentaría años más tarde sobre su canción favorita.
Ésta marcó un quiebre y fue el inicio de una paradójica parábola en el posterior recorrido de la banda y de su autor. Al poco tiempo, The Clash alcanzaría niveles superlativos de síntesis musical y compromiso político con los discos London Calling (1979) y Sandinista! (1980), para luego caer en la superficialidad del éxito en el mercado estadounidense a principios de los 80, de la mano de los hits Shoud I Stay or Should I Go y Rock the Casbah. Luego de la disolución en 1986, Strummer vagabundeó triste y solitario. Mientras, el vaticinado avance de la derecha –no fascista, pero sí neoliberal- con el thatcherismo, terminaba de demoler los restos del Estado de bienestar. Su recuperación llegaría recién en 1999 con The Mescaleros. (White Man)… fue un tema fijo en sus últimos años, y, tristemente, el de dos despedidas: el funeral de Strummer en 2002, y el cierre del Hammersmith Palais, que fue demolido en 2007 para la construcción de un emprendimiento inmobiliario.
* @dperezroig