Por Pedro Perucca. Zeitgeist en alemán quiere decir algo así como “el espíritu de la época”. Si tomáramos al documental homónimo como referencia, podríamos concluir que habitamos una época histórica más regida por Gasparín que por el viejo rey Hamlet.
Y sí, Zeitgeist, the movie, película pseudodocumental de 2007, dirigida por un tal Peter Joseph, está más cerca de la farsa que de la investigación, del bombardeo de citas y testimonios supuestamente autorizados que de la reflexión analítica, de los devaneos conspiranoicos que del método científico, de la ultraderecha política que de la crítica antisistémica.
Pero, entonces, si el producto es tan berreta, ¿por qué funciona? Conscientes del rating de los diversos programas de Tinelli o de las tiradas de los libros de Paulo Coelho, casi no haría falta detenerse mayormente sobre el problema. Sólo que en este caso hay una particularidad: muchos de quienes se sintieron tocados por Zeitgeist son gente de, por decirlo de alguna manera, izquierda, hombres y mujeres sensibles y a veces comprometidos socialmente que encontraron allí algo interesante, algo que consideraron como un posible aporte en el sentido de un cambio social como el soñado.
Para desentrañar el misterio tenemos que, lamentablemente, condescender a ver ese mamotreto de casi dos inacabables horas. Porque, además de mentirosa, Zeigeist es una película muy aburrida. En fin. Coraje. Luego de una introducción que comienza con imágenes de diversos conflictos bélicos actuales, la cámara nos lleva al espacio para mostrarnos la belleza azul del planeta Tierra y la armonía de los astros, hasta que por fin la mirada vuelve a bajar a la guerra (“perdón, quise decir a la Tierra”, diría Silvio Rodríguez) para mostrarnos algo así como una secuencia evolutiva que va desde la sopa primordial hasta George W. Bush, el ataque a las torres gemelas y los múltiples desastres de la llamada “guerra contra el terrorismo”. Ahí, en esos 5 minutos iniciales está más o menos todo lo que tiene Zeitgeist para decir.
Pero Mr. Joseph no iba a conformarse con eso. Así que ahí nomás empieza la Parte I , “La historia más grande jamás contada”, donde se dedican 37 minutos más a explicar que el cristianismo no es más que una burda copia de la religión egipcia, regida por un orden astronómico y con un panteón liderado por Horus, representación del sol, del que Jesús no sería más que una vil imitación. Y confiado en que la mayor parte de su público no es especialista en religiones comparadas se puede permitir las barrabasadas (adjetivo nunca mejor aplicado que en este tópico) más enormes: desde afirmar livianamente que el mito de Horus también incluye la crucifixión, que Thor es el dios de los galos o que el solsticio de verano dura tres días (para que coincida con el tiempo que se tomó el flaquito para resucitar). Lo gracioso es que muchos de los argumentos utilizados para ubicar a Cristo como una deidad solar más se basan en el juego de palabras en inglés entre sun (sol) y son (hijo). Una lógica obviamente inaplicable fuera de USA u otro país angloparlante.
Y allí reside una de las claves para entender los límites y “virtudes” del producto: se trata de algo tan pensado para el mercado estadounidense como la grilladora promocionada por el ex campeón de box George Foreman en esos programas de “llame ya”. La historia universal se explica por las vicisitudes de EEUU, las claves para entender las conspiraciones de la historia están en el billete de un dólar y los Illuminati se reúnen en Washigton DC.
Consecuente con esta lógica, la parte dos (“Todo el mundo es un escenario”) pasa sin solución de continuidad del análisis a la bartola de las religiones solares al tema de temas: el atentado de 2001 contra el World Trade Center.
Y ahí agarrate, porque si en la primera parte hay que creer en la palabra del locutor (o en la de dudosos expertos en religiones) en cuanto a las conspiraciones de la Iglesia Católica para dominar el mundo, aquí estamos pisando un terreno mucho más seguro porque ¿quién no sospecha que detrás de los atentados del 9/11 hubo oscuros intereses de las fuerzas de inteligencia yanquis o que, como mínimo, las conclusiones sobre la mecánica y las causas de los avionazos estuvieron lejos de ser imparciales y fueron sometidas a las más diversas operaciones político/militares?
Claro, no hay dudas de que el gobierno de Bush utilizó los atentados como justificativo tanto para los más salvajes recortes a las libertades civiles como para desaforados negociados con las corporaciones y lobbys militares, de armamentos y de inteligencia que se embarcaron en la nueva cruzada “contra el terrorismo” para facturar más que nunca en la historia. Por eso no resulta difícil que el espectador promedio desconfíe de los informes de la comisión investigadora gubernamental (encabezada por un amigo personal de Condoleeza Rice) o compre cualquier teoría conspirativa sobre las famosas “explosiones secundarias” o el uso de thermite para lograr las “demoliciones controladas” de las torres.
Y ahora, ya más o menos seguro de haber conseguido la complicidad o, al menos, una suspensión momentánea del esceptiscismo del público, el director se desboca tranquilo en la tercera y (por suerte) última parte. “No le prestes atención a los hombres detrás de la cortina” comienza, clásicamente, por el asesinato de JF Kennedy para luego encarar decididamente para el tomatal. Así, en este final a toda orquesta conspiranoica, vamos a descubrir que Canadá, EEUU y México de hecho se han fusionado en una unidad política secreta llamada “North American Union” y que estarían por lanzar una moneda común (el famoso Amero), lo que sólo sería parte de un plan en curso hace más de 60 años (digitado por los Rockefeller, entre otros) para ir hacia una unión de Uniones y crear un único gobierno mundial de corte totalitario que incluso prevé identificar a todos los ciudadanos con chips subcutáneos.
Pero, afortunadamente, tú puedes despertar, abrir los ojos, tomar tu vida en tus manos y hacerle frente a los poderes maléficos que han controlado a la humanidad desde el comienzo de su historia. Fotito del pobre Lennon (que no tiene nada que hacer aquí) y final: The revolution is now.
Buena parte del éxito de esta abominación seguramente tendrá que ver con que no deja de ser tentador creer que con un ratito de googleo y dos o tres youtubazos uno puede acceder a los secretos mejor guardados de la historia y comprender los grandes intereses que deciden el devenir humano. Pero para tener un panorama más claro de las intencionalidades del film hay que tomarse el trabajito de investigar las fuentes del pensamiento Zeitgeist (como se ha hecho en blogs como Zeitgeist contrastado, donde dedicaron más de dos años a desmontar una por una las mentiras e inexactitudes del primero de los films). Así descubriremos que ese discurso aparentemente simpático por un cambio social y una toma de consciencia se alimenta de teorías producidas por personajes nefastos vinculados a los más recalcitrantes sectores de la ultraderecha individualista norteamericana (varios miembros del Partido Libertario), muchos con producciones en el campo del ocultismo y de la magia. Y aquí sí que “abandonad toda esperanza vosotros los que entráis”. Un vistazo por las fuentes teóricas de Zeitgeist nos introduce a un inframundo donde lo menos preocupante son las conspiraciones que hacen tambalear a los mercados: veremos illuminatis (a veces complotados con reptilianos camuflados), teorías de la tierra hueca, metafísica y ocultismo nazis, avistamientos de la Atlántida y del continente perdido de Mu, abducciones alienígenas y más y más y más.
Luego del arrollador éxito viral de la primera película, y de la subsecuente avalancha de críticas de legos y académicos por sus barbaridades, el director vio el filón y a fines de 2008 comenzó a limar sus declaraciones y simpatías más evidentemente ultraderechistas y ocultistas para ir hacia la conformación de un movimiento amplio. Y se vinieron Zeitgeist: Addendum (2008) y Zeitgeist: moving forward (2011). Y parece que aún falta Zeigeist: Beyond the Pale (2012). Con el cambio de estrategia finalmente pudo fusionarse con la corriente de Jacques Fresco (teórico de la “Economía basada en recursos”) y ubicar a su movimiento como el “brazo activista” del llamado Proyecto Venus.
El actual “Movimiento Zeitgeist” cuenta con un capítulo argentino, con subcapítulos en la ciudad de Buenos Aires, gran Buenos Aires, Córdoba, Jujuy, La Plata, Mar del Plata y Mendoza.
Que Jesucristo, sun of God, nos ayude.